Tras la construcción del Palacio de Gobierno, surgieron lúgubres historias que se entretejen con matices de conspiración, traiciones y engaños, un relato que se encuentra en la revista Historias de Oruro en la edición especial número 17, dedicada a la efeméride de la ciudad de La Paz por el 16 de julio de 1809.
El corregidor y justicia mayor de La Paz, Ignacio de Aranda, hizo poner sus cimientos en 1558, diez años después de la fundación de la ciudad, durante dos siglos y medio el edificio cobijó al Cabildo Colonial.
Fue el sitio propicio para conjuras y conspiraciones que dio lugar a la primera muerte en 1661, cuando el corregidor Cristóbal de Canedo fue asesinado de una estocada, algunos sostenían que por motivos políticos y otros argumentaban por el amor de una bella española.
Luego, en la sublevación de Tomás Catari, el edificio sirvió de fosa para los rebeldes, muchos cayeron y padecieron prisioneros en las solariegas celdas.
Fue también en una de sus salas que el insigne Pedro Domingo Murillo escribió una de sus más celebres frases antes de morir ahorcado en la plaza principal, la misma que llevaría su nombre años más tarde.
En 1813, sufrió un atentado, tras la detonación de explosivos que mató a casi toda la aristocracia real, pero el edificio quedó como fiel testigo de aquel hecho de horror. En 1817 el brigadier español Ricafort Ramírez, recordado por su frase "no dejaré en La Paz más tesoros que lágrimas", fusiló a 83 rehenes dentro los muros del palacio.
En la República, el héroe y libertador Simón Bolívar, ocupó el palacio, seguido del Mariscal Andrés de Santa Cruz, luego Ballivián, siendo excepciones de las tragedias ocurridas.
Pero el infortunio una vez más se da con la muerte de una mujer, Juana Manuela Gorriti de Belzu, codiciada por el amor de dos presidentes, la pasión que originó treinta años de revolución en Bolivia.
Una noche, Belzu sorprende a Ballivián en su alcoba y le obliga a huir medio desnudo por los techos del palacio. Años más tarde se marcha Ballivián e ingresa Belzu con las masas, el palacio se convierte en un cuartel, un mercado público perdiendo su presencia y señorío. Sucesivamente se van dando situaciones extrañas de traición surgida por la ambición de poder.
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