En un momento crítico para la economía boliviana, el programa Entre Caníbales reunió a dos referentes del debate económico nacional: José Gabriel Espinoza, exdirector del Banco Central y liberal confeso, y Omar Velasco, exviceministro de Economía y defensor del modelo estatal, para confrontar visiones sobre la raíz y el futuro de la crisis.
El colapso de la renta gasífera
Ambos economistas coincidieron en un punto central: Bolivia está enfrentando una crisis estructural marcada por el agotamiento del superciclo de los hidrocarburos. La caída de las reservas internacionales, de $15.000 millones en 2014 a menos de $2.000 millones en 2023, es el símbolo más evidente de esta debacle. Gabriel Espinoza denunció que el MAS desperdició la bonanza gasífera sin diversificar la matriz productiva ni invertir oportunamente en exploración, mientras que Velasco defendió la nacionalización de 2006 como base de un ciclo virtuoso de inclusión social y expansión de infraestructura educativa y sanitaria.
Dos narrativas, una realidad: la economía en picada
Velasco argumentó que el modelo de economía estatal permitió avances sociales sin precedentes: reducción de la pobreza, ampliación de la cobertura educativa y un sistema de salud universal. Reconoció, sin embargo, la lentitud en la transición hacia una economía diversificada, agravada por la interrupción del proceso durante la gestión transitoria de 2020 y la pandemia.
Por su parte, Espinoza remarcó que el problema no fue la falta de recursos, sino su mala asignación. Según su análisis, se impuso una visión paternalista del Estado que desincentivó la inversión privada, bloqueó reformas estructurales clave (como la educativa) y exacerbó la informalidad. Para él, el Estado se convirtió en un obstáculo para el desarrollo.
¿Quién paga la factura?
Ambos reconocieron que los logros sociales de la década pasada están en riesgo. Velasco advirtió que si no se recuperan ingresos a través de nuevas fuentes —como el litio—, se perderá la capacidad del Estado para sostener sus políticas redistributivas. Espinoza, en cambio, insistió en que es hora de dejar atrás el "estatismo nostálgico" y apostar por un nuevo contrato social basado en productividad, calidad educativa y reglas claras para el mercado.
¿Hay salida?
En el tramo final, la conversación viró hacia soluciones. Velasco pidió una política de Estado sobre el litio y el impulso de la industrialización como nueva base del modelo. Espinoza respondió que sin institucionalidad, sin Estado eficiente y sin confianza en el sistema, ninguna renta servirá. Ambos, desde perspectivas distintas, admitieron la necesidad de corregir errores y buscar consensos mínimos.
Conclusión
El debate no ofreció un diagnóstico común ni una fórmula consensuada, pero sí dejó en claro que Bolivia enfrenta una encrucijada histórica. El país debe elegir entre seguir postergando decisiones estructurales o asumir con valentía el costo de una transición. Lo que está en juego no es solo la estabilidad macroeconómica, sino el futuro social de millones de bolivianos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario