26 diciembre 2012

El sistema político en Bolivia tiende a romper la hegemonía creciente del régimen del MAS


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El socialismo del siglo XXI es la apuesta de los países del lado Sur del continente para enfrentar al modelo capitalista imperante con hegemonía desde hace más de medio siglo. Sin embargo, su concepto ambiguo y las raíces comunistas que lo atrapan, hace de esta ponencia ideológica y política un “espejismo coyuntural”. Frente a esta corriente van surgiendo en el país otras opciones que marcarán el 2013, el año preelectoral que irá acompañado de la búsqueda de alternativas que apunten a llevar a Bolivia al 2025.

PROCESO DE CAMBIO

El solsticio de verano tuvo un manejo de marketing político inusual, pues mientras un grupo al interior del Gobierno esperaba generar expectativa en las clases indígenas campesinas, otro sector tenía planificada una plataforma de discurso político, regional, macro y vinculado al grupo del ALBA en un intento para adelantarse a otros bloques como la Alianza del Pacífico de corte liberal.

El “pachamamismo”, como se ha denominado al grupo del partido gobernante que propugna las culturas ancestrales y la reivindicación de un pasado histórico atentado por la invasión colonial y la opresión de las clases, deriva en el concepto de comunitarismo. Su principal cabeza resulta ser el canciller del Estado, David Choquehuanca, quien deja de lado sus funciones diplomáticas para encerrarse en la fundación de esta ideología.

Por otro lado, dentro del mismo “proceso de cambio”, las cabezas con formación marxista se unen a los técnicos “arrepentidos” del neoliberalismo para plantear el estatismo o fase emergente del socialismo de Estado, calificado por los analistas bolivianos como “capitalismo de Estado”. La formación de un nuevo modelo económico donde el Estado asume protagonismo y no deja ni siquiera migas para la inversión privada, es la característica de este modelo que aún debe enfrentar el pasado funesto de la administración estatista derivada en la burocracia, tal como sucedió en la época de la Revolución Nacional de 1952, durante el segundo periodo constitutivo del Estado boliviano.

Entre ambas partes, pachamamistas comunitarios y estatistas postmarxistas, el Movimiento Al Socialismo (MAS) plantean a la sociedad boliviana el “plurinacionalismo” respaldado por el culto a la imagen de un personaje, en este caso el presidente del Estado, Evo Morales, sobre quien recae este peso histórico que se encuentra en marcha desde hace siete años.

VISIÓN DE PAÍS

En el otro bando, la oposición apenas logra converger ideas en un perfil de proyecto político. La atomización partidaria, sumada a la ausencia de figuras con algún grado de caudillismo, hace que no exista contrapeso y por ende limitado alcance a nivel nacional.

Sin embargo, está el planteamiento desde la visión tradicionalista de una cuarta ola dentro de la social democracia que en Bolivia se personifica en Samuel Doria Medina, líder de Unidad Nacional (UN).

La tesis inicial de Doria Medina se resume en un documento que se constituye hoy por hoy en la única opción visible ante el “proceso de cambio”.

La “Visión de País, consenso del Bicentenario”, es el documento elaborado por el propio Doria Medina a través de seminarios, talleres y reuniones, que sin embargo merecen el beneficio a la duda, pues dada la talla del empresario y político, las objeciones durante la elaboración parecen escasas, siendo más bien complacientes y sin utilizar el método de la tesis – antítesis.

La reconciliación nacional, la continuidad de políticas inclusivas del Estado y la innovación permanente son los ejes de esta propuesta, que si bien logra analizar el pasado y la etapa crítica de la coyuntura actual, con persecución política y falta de garantías al debido proceso, queda muy limitado y no logra pasar de los enunciados positivos a un diseño conceptual de política.

Doria Medina, en su documento, cuestiona el ciclo privatización – nacionalización – privatización y apela a la política económica de síntesis, rechaza el extractivismo y sobre todo apuesta por el fortalecimiento del emprendimiento empresarial, en sus niveles grande, mediano y pequeño, siendo este su pilar fundamental: empleo y producción.

La ventaja del proyecto de UN es precisamente la búsqueda de unificación. El bloque del oriente ahora se ve sin proyecto autonómico propio y al parecer las alianzas con el empresario serán consolidadas a partir de los resultados de la elección regional de enero.

FEDERALISMO

En la vieja guardia, aún con aspiraciones de salir del exilio, se encuentra la derecha focalizada en Convergencia Nacional y las figuras de Manfred Reyes Villa junto a sus operadores en el país como el senador Marcelo Antezana, entre otros, que apelan a un discurso más radical: el federalismo.

Sin embargo, esta posibilidad cuenta con resistencia dentro del modelo vigente a partir de 2009, porque si bien Bolivia se constituye en un Estado con autonomías (adjetivo con el mismo grado que lo “plurinacional”) la figura de federalismo no se aplica y sería necesaria una reforma a la Carta Magna, que por procedimiento sólo puede darse dentro de un plazo de cinco años o una gestión legislativa desde su planteamiento formal. Es decir, este proyecto basado en la separación de los departamentos bajo ordenamientos jurídicos y administrativos propios y particulares pero dentro de un mismo territorio, deberá esperar al menos siete años para comenzar a ser considerado.

A este bloque se suma una nueva generación de políticos, en su mayoría dentro de la bancada de CN, que se ven inmersos en la vorágine de las nuevas tecnologías, pero sin base programática propia ni tampoco con proyecciones ideológicas “sin entender el peculiar momento histórico que vive el país”, como citan los oficialistas con total seguridad de no tener rival al frente.

RECONDUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN

Del proceso de cambio surgen tres ramas: la del Movimiento Sin miedo (MSM) que comenzó recién con la búsqueda de un norte “o un sur” ideológico, pidiendo a la sociedad colaboración para fundar las tesis ideológicas de este partido. El proceso está proyectado para los siguientes meses, antes de la convocatoria y campaña electoral de 2014. “Estamos trabajando para ofrecerle al país un proyecto serio que devuelva el sentido al proceso de cambio y transformación”, dijo Juan del Granado al cerrar este año en una red de televisión, aunque paradójicamente respondió: “No, realmente no”, cuando se le consultó si quiere ser el próximo presidente de Bolivia.

También, los disidentes o expulsados del MAS avanzan, especialmente en las clases populares del área rural, aunque sólo llegan a cubrir espacios de incidencia mínimos con una o dos alcaldías y organizaciones sociales bajo su control. Lino Villca y Félix Patzi representan esta línea derivada.

Finalmente, los indígenas de Tierras Bajas encabezan la otra propuesta para el país. La “alianza natural” entre pueblos amazónicos y andinos se va perfilando poco a poco. En realidad lo hacen desde 1990, pero esta vez superando la reivindicación por sus derechos apuntando hacia la administración estatal como fase final del empoderamiento efectivo y la autodeterminación de los pueblos. Su prueba de fuego será en enero cuando el candidato Pedo Nuny deba enfrentar a la candidata del MAS y todo el aparataje político, económico y mediático que manipula el régimen.

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