Evo Morales podía visitar Achacachi las veces que quería hasta hace 20 meses. Hoy, al mandatario le es difícil el acceso a lo que era su bastión político.
En ese municipio paceño, según vecinos y líderes políticos de la zona, todavía existen heridas sin cerrar y el apoyo al presidente se va cayendo día que pasa. Aunque en las comunidades rurales de alrededor el respaldo al líder del Movimiento Al Socialismo (MAS) se mantiene casi intacto.
En varios lugares donde el oficialismo tenía un seguro fortín electoral, como la ciudad de Potosí o los pueblos aledaños al lago Titicaca, no es igual el apoyo que se le da al mandatario, como fue en un inicio de su Gobierno.
En cambio, hay lugares, como El Alto, donde el MAS recobra fuerza. Jacinto Mamani prefiere no hablar de política. El señor de 42 años está sentado en una de las bancas de la plaza central de Achacachi. Mira el edificio de la Alcaldía y solo atina a decir: “A eso nos limitamos”. Y es que la infraestructura está abandonada hace 20 meses y casi todos sus vidrios están rotos. La puerta central tiene un candado y las paredes tienen varios mensajes escritos con pintura. Uno de ellos dice: “Evo nunca más”.
El conflicto cívico provocó que Achacachi ahora se autogobierne. Su alcalde, Édgar Ramos, de filas oficialistas, no puede llegar a la sede edil y gobierna en las comunidades, en El Alto y muchas veces desde la clandestinidad. Achacachi fue otrora un bastión político del MAS. El oficialismo poco a poco perdió respaldo popular en esa región, conocida por la presencia de los Ponchos Rojos, ahora ubicados en las comunidades aledañas.
El municipio de Achacachi es un caso complejo de análisis. Ramos llegó en 2015 al sillón edil con tibio apoyo: el 38,22%. Sin embargo, cuando la figura de Evo ingresa al ruedo, ese porcentaje aumenta. En el referéndum del 21 de febrero de 2016 el Sí a la reelección presidencial obtuvo un 66,22%. Hoy, la localidad vive un panorama dividido, entre la ciudad y las comunidades originarias. El presidente del Comité Cívico de Achacachi, Javier Quisbert, expresa el sentimiento de muchos achacacheños que no superaron el malestar contra el MAS y el Gobierno desde los con flictos del año pasado, cuando el pueblo se levantó contra el burgomaestre masista por no rendir cuentas de su gestión. El MAS apoyó a su alcalde y eso provocó la furia de los vecinos de Achacachi, quienes se enfrentaron con los ponchos rojos, que representan a las comunidades aledañas.
La palabra del Mallku
Felipe Quispe, conocido como el Mallku, es de la comunidad Chijilaya, que pertenece a Achacachi. Admite que en su cantón el MAS tiene aún apoyo, pero que no es el mismo de hace 12 años. Además, el líder campesino vaticina que Evo Morales no ganará en esa región en las elecciones generales del siguiente año. “No pues, el apoyo al Evo no es el mismo.
Lo que nos hizo nadie le perdona. Achacachi tiene memoria, es guerrero y la traición no se perdona”, adelanta Quispe. Samuel Doria Medina fue uno de los pocos opositores que ingresó a Achacachi en este último tiempo. Ahora alejado de la coyuntura electoral considera que el MAS perdió respaldo político en varias regiones donde tenía un alto nivel de apoyo. “En Achacachi no se realizaron obras por causa de la corrupción y por eso no aceptan al alcalde (Ramos) ni al MAS; igual a lo que pasa en Camiri y en muchas otras regiones. He visto mucha esperanza por cambiar”, remarca Doria Medina.
El diputado Franklin Flores (MAS) admite que algunas gestiones ediles afectan la imagen del partido oficialista, pero se anima a decir que la popularidad de Evo Morales no se ve afectada en lugares que fueron bastiones masistas. “Son dos cosas diferentes. La gestiones ediles a cargo del MAS, en una mayoría son exitosas. Otras no y eso perjudica la imagen del partido.
Pero otra cosa es la popularidad del presidente Evo y del vicepresidente Álvaro. Yo le aseguro que en Achacachi o en los Yungas gana nuestro binomio”, intuye el legislador. Los alrededores de Achacachi muestran una realidad distinta. La comunidad de Warisata no quiere a otro líder que no sea Evo Morales. Freddy Huanca camina frente a la Escuela Ayllu de Warisata. Tiene el poncho rojo y el látigo cruzado en su pecho. La autoridad indígena dice que no permitirá que partidos de oposición hagan campaña en la provincia Omasuyos de La Paz. Relata que las comunidades de Achacachi “están con el proceso” y que “somos más que los vecinos”.
Warisata está casi vacía. Muchos se fueron a trabajar la tierra. Los niños salen de la escuela y no existen paredes pintadas con propaganda política. Eso sí, las tres letras del nombre del jefe de Estado está en algunos muros. No pasa lo mismo en Huarina o Huatajata, municipios a orillas del lago Titicaca. Parte de la población ve un desgaste de Evo y quiere otro líder. Algunos ven a Félix Patzi, gobernador de La Paz, como ese recambio.
Máxima Quispe atiende un puesto de comida en Huarina. No quiere que el presidente siga en poder, aunque tampoco quiere a Carlos Mesa. “No sé, quizá Félix Patzi pueda hacer buena gestión”, dice. Pero las autoridades indígenas, como Saturnino Mayta, apoyan al líder del MAS. El dirigente señala el horizonte del lago Titicaca y muestra las obras. Enumera un coliseo, una posta de salud y una escuela. “Todo eso hizo Evo Morales”, se jacta. En Huatajata la población aún está con recelo a la coyuntura electoral.
El descontento por el MAS en occidente se amplió a los Yungas de La Paz. Existen municipios donde el apoyo se redujo, pero esta vez por la aprobación de la Ley General de la Hoja de Coca, que establece un máximo de 22.000 hectáreas en el país, reconociendo la producción de coca permitida de hasta 14.300 en el departamento de La Paz y de hasta 7.700 en Cochabamba.
Pero también existe molestia en esa región paceña por la detención de su líder, Franklin Gutiérrez, quien ahora se encuentra en el penal de San Pedro acusado de la muerte de un oficial de la policía en la localidad yungueña de La Asunta. El dirigente cocalero Sergio Pampa advierte que si en esta coyuntura existiera un proceso electoral, el MAS perdería en casi toda la región. No piensa así el ministro César Cocarico, operador del MAS en La Paz. La ciudad de Potosí es otra muestra del descenso de respaldo al MAS, a pesar de que su alcalde, Williams Cervantes, es de filas masistas. El grupo que hace frente es el Comité Cívico Potosinista (Comcipo), hoy liderado por Marco Pumari. “Las cosas cambiaron. El Gobierno nos tomó como tontos y nunca atendió nuestras demandas. Eso molestó y ahora perdió su base popular”, señala el dirigente.
El Alto regresa al MAS
Potosí se pintó como el principal campo de batalla política en el referéndum de modificación constitucional que se realizó el 21 de febrero de 2016. La región era considerada un bastión del MAS, pero la coyuntura le jugó en contra al oficialismo por dos razones: la opositora dirigencia cívica creció políticamente y el conflicto de 26 días con el Gobierno logró que descienda la popularidad de Morales.
En la consulta, el mandatario no tuvo el respaldo suficiente. Una región que poco a poco vuelve a ser bastión del MAS es la ciudad de El Alto. Aunque en este municipio exista paralelismo cívico y sindical, los entes que apoyan al oficialismo se hicieron fuertes. Una muestra fue el día del paro cí- vico nacional. Esa jornada la urbe alteña le dio la espalda a la medida de presión y trabajó con total normalidad. “El Alto nunca dejó de ser un bastión del MAS. El MAS siempre estuvo acá, a pesar de que estos años no tenemos el control de la Alcaldía.
La población está identificada con el proceso de cambio y así lo demostró el día del denominado paro cívico, que más fue un bloqueo”, detalla la ministra de Culturas y Turismo, Wilma Alanoca, que representa a El Alto. En agosto, la empresa Ipsos realizó una encuesta para Radio Televisión Popular (RTP) y mostró que Evo Morales en El Alto recuperó apoyo. Un 47% lo respalda aún y Mesa logra un 26% de soporte. Los datos no coinciden con 2010, cuando población castigó al MAS y decidió que Soledad Chapetón sea la nueva alcaldesa.
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