El reloj marca las cuatro de la tarde. Y bajo el gigantesco vitral de la cúpula del palacio de la Asamblea Legislativa solamente hay, en el interior del hemiciclo, una diputada de pollera, tres representantes más con sombrero chapaco y un joven con bluyín. Los cinco forman la bancada de Chuquisaca y son los únicos asambleístas presentes en el hemiciclo. Y el dato cobra más relevancia porque la sesión parlamentaria estaba programada ¡para las tres! Una hora de demora y solamente cinco diputados.
Ciertamente, la 67 sesión ordinaria de la legislatura 2013-2014 que se va a abrir no es la más trascendente y, además, se celebra el día después del debate largo y áspero de la Ley Minera, otro de los debates estériles y eternos que solo se cierran cuando el presidente Evo Morales insta a agilizar el visto bueno. Pero tampoco esa circunstancia previa se antoja razón suficiente para justificar la apatía de los representantes del pueblo. Cada uno de los 136 diputados electos disfruta de un salario de 18.480 bolivianos, después del último ajuste, y el ciudadano percibe muy poco su desempeño laboral.
Puede ser que uno de los problemas de la Asamblea sea que es como una de esas películas de las que ya se sabe el final. El llamado rodillo parlamentario del MAS no deja nada a la improvisación. El presidente Morales cuenta con 88 diputados de su partido y, si suma sus aliados externos, goza de una mayoría absoluta, de dos tercios, muy holgada. La oposición casi nunca consigue hacer prosperar sus iniciativas. Le queda la escenificación del pataleo, la queja y el debate insustancial y subido de tono.
Pasan los minutos y llegan más diputados. Debajo del gran retrato de Túpac Katari y Bartolina Sisa, que comparten protagonismo con los libertadores Bolívar y Sucre, más mujeres de pollera y con sombrero borsalino, un potosino tocado con ‘lluchu’ y un poncho rojo ocupan escaños del masismo y simbolizan el cambio real en las instituciones políticas que ha vivido Bolivia. A las 16:36, con más de una hora y media de retraso, Marcelo Elío, el presidente de la Asamblea, ocupa su sillón y se empieza a pasar lista. Una escena digna del colegio. “Presente”, gritan los nombrados que se encuentran en la sala mientras levantan el brazo. Pero tras la mayoría de nombres únicamente se escucha el silencio.
La primera ronda no da resultado. No hay recuento electrónico ni guarismo que refleje públicamente los diputados presentes. A simple vista, la mitad de los asientos está libre. Pero el secretario insiste con una segunda vuelta y al cabo de poco rato proclama que ya hay 75 diputados, el cuórum suficiente para abrir la sesión. En teoría, los diputados ausentes se arriesgan a una multa. “Si eres de la oposición sí que te sancionan, si eres del Gobierno no sé, no puedo asegurarlo”, dice medio en broma una de las representantes cruceñas, Adriana Gil, famosa disidente del masismo. Gil, ahora en Convergencia Nacional, se atreve a denunciar que se manipula el recuento: “Dicen que hay cuórum cuando no lo hay”. Desde luego no hay una constancia tecnológica de la comparecencia, o de las votaciones, siempre a mano alzada.
Haya cuórum o no, los diputados parecen más ausentes que presentes. En el orden del día solo destaca el proyecto de ley remitido por el Senado para crear un mecanismo de financiamiento de la Federación de Asociaciones de Municipios de Bolivia (FAM). Da la impresión de que importa poco. Mientras el cuarto secretario, Ángel Cortez, lee de forma monótona el texto que se va a someter a aprobación, en el hemiciclo los diputados se juntan para hablar de otros asuntos, a veces incluso dando la espalda al portavoz. De un vistazo, cuento hasta ocho conversaciones al margen de la lectura oficial.
No se detectan bostezos pero sí se aprecia indiferencia. El nivel de las intervenciones tampoco ayuda a profundizar en la ley. Jaime Navarro, de la opositora Unidad Nacional, pide la palabra con frecuencia para denunciar ultrajes y “actos de tremenda sinvergüencería”, supuestamente cometidos por el presidente de la Asamblea. El también opositor Juan Carlos Becerra inicia su intervención con un provocador: “lamentablemente pertenezco a esta Asamblea Legislativa”. Y por eso cinco o seis masistas le gritan que dimita: “Vete ya si no te gusta”. Y el debate continúa sin novedad. Hasta que, al final, llega el epílogo ya anticipado. Votación y ley aprobada. Y los legisladores suman otra sesión más que olvidarán muy pronto
No hay comentarios:
Publicar un comentario