María murió en brazos de Jesús. Fue aproximadamente a las 08.30 del 23 de febrero de este año y él no se dio cuenta en qué momento exacto la mujer de su vida dejó de existir. Es más, cinco meses después habla de ella como si estuviera viva. Como si hubiera logrado salvarla aquella mañana de miércoles. “Quiero que todo el mundo sepa la verdad, que sepan por qué falleció mi esposa”, relata Jesús y aguanta las ganas de llorar. Todo esto le parece un mal sueño.
La pesadilla empezó en febrero, cuando María se sintió resfriada. Primero intentó sanarse reposando en cama y, luego, tomando mates caseros. Al final decidió acudir al médico, pero no recibió atención porque estaba en “paro”; en otras palabras, no tenía trabajo. Además, quienes la auscultaron en los hospitales que visitó, creían que sufría una enfermedad “menor” y, desde el ajuste sanitario implementado el año pasado en España, los centros de salud estatales no se hacen responsables de estos males.
“Cuando íbamos a los nosocomios nos trataban mal, con ‘mala leche’, como dicen aquí; nos discriminaban porque nos veían latinos y no nos atendían. Para mandarnos rápido a nuestra casa, nos daban unos medicamentos pésimos”, sigue Jesús, quien añade que fueron rechazados en tres establecimientos médicos y, cada vez, recibían una negativa con distintas explicaciones.
Mentiras. Los días pasaban y el supuesto resfrío empeoraba. Las últimas jornadas de su existencia, María apenas se quejaba de dolor, tenía las amígdalas reventadas de tanto toser, llagas en la boca y casi perdió el habla. Empezó a bajar de peso: de los 80 kilos que tenía, acabó en 60. Ella era la única que adivinaba el final. “Me decía en voz baja: ‘De ésta no voy a salir’, y no se equivocó”, se lamenta Jesús.
La mañana del 23 de febrero, el boliviano de 42 años llegó agotado a su hogar, en la ciudad de Valencia. Saludó a su compañera y a su hija Viviana.
Quiso descansar un poco y, de pronto, escuchó a su retoño que lo llamaba desesperada. Jesús fue al lecho de María. La levantó. La cargó desde el cuarto piso en el que vivían. No podía usar el ascensor porque ella no era capaz de sostenerse en pie y no cabía. El hombre bajó a duras penas las gradas y casi a las 08.30, con medio siglo de vida a cuestas, María abandonó este mundo. Fue antes de llegar a la planta baja. Jesús caminó hasta el patio y allí se detuvo. Durante un momento se quedó en blanco y no podía creer todo lo que había pasado.
“Mi vida ha cambiado. Me da rabia porque no hay justicia. Personas dicen que éramos indocumentados y que por eso no nos atendían, hablan otras mentiras y nada de lo que dicen es cierto”, menciona el cruceño que inició un juicio contra el sistema de salud español. Más aún, Jesús Bazán Chávez llevó su queja al Consulado de Bolivia en Valencia. Organizaciones de connacionales se solidarizaron con él y, pese a que quería volver a su tierra, se quedó en España. Continúa trabajando y saca adelante a su familia.
Su hija Viviana tiene 20 años y sigue tratamiento psicológico para superar la pérdida. Ninguno se explica cómo es posible que la vida de la cochabambina María Soledad Torrico se haya extinguido por un “resfrío”.
La legación diplomática de Bolivia en España identifica a la prestación de servicios de salud como uno de los principales problemas en el país ibérico.
“Las medidas tomadas por el Gobierno español en el campo de la salud, también les afecta a los compatriotas ante la pérdida y limitación de los beneficios sociales de los que gozaban previamente”, indica la embajadora María del Carmen Almendras.
Este recorte de beneficios médicos es un golpe bajo para los inmigrantes. Datos oficiales estiman que existen unos 873.000 extranjeros en situación irregular a quienes se les quitó la tarjeta sanitaria en España, tras la aplicación del Real Decreto del Gobierno del 1 de septiembre de 2012. La decisión despertó la protesta no sólo de los ciudadanos foráneos, sino de los nacidos en aquella parte de Europa. El año pasado se organizaron decenas de manifestaciones ante los recortes en el campo de la salud, especialmente en las ciudades grandes. Uno de los ejemplos más conocidos es el movimiento de protesta bautizado como 15-M, que se generó tras las multitudinarias marchas del 15 de mayo de 2011, que dieron nacimiento a los “indignados” españoles; algo que tuvo eco en otras naciones del planeta.
Las críticas sobre el tema llegan de distintos frentes. Amnistía Internacional ha cuestionado estos ajustes y ha pedido al Gobierno español que restablezca la universalidad del derecho a la salud para todas las personas que residen en España. No obstante, el mandato de Mariano Rajoy no ha prestado atención a las solicitudes y siete meses después de la aplicación de la norma de septiembre de 2012, se produjo la primera muerte de un inmigrante sin papeles: el senegalés Alpha Pam falleció en su habitación de Mallorca, a los 28 años de edad; padecía tuberculosis.
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