La llegada del próximo año puede ser determinante en muchos aspectos para el país; es cuando empiezan a calentarse los motores para las próximas elecciones y donde la imagen del gobierno deberá lavarse de todo el escándalo que la llamada red de extorsión le ha dado. Además será un año importante para que la oposición recupere su papel y deje de ser una simple observadora.
De todo esto hablamos en esta entrevista con el analista Jorge Lazarte Rojas.
OH!: ¿Cuáles considera que han sido los grandes conflictos de este año?
El gobierno empezó este año del 2012 con la carga del 2011 resultante sobre todo de dos saldos negativos que coincidieron en el último tercio del año pasado. Por un lado un conflicto social con fuerte connotación política, que fue el anuncio del gobierno de atravesar el TIPNIS con una carretera y la represión a la marcha indígena, que le fue fatal en términos de imagen pública. Por otro, el conflicto político sobre las elecciones judiciales, que debían legitimar democráticamente el control de las instancias judiciales por el gobierno. La victoria del voto nulo y blanco fue la derrota del gobierno y no sólo de sus candidatos impuestos. Las encuestas registraron estos dos hechos ratificando una curva decreciente de popularidad del gobierno y la perdida de un cuarto de su electorado. Ambos temas serán centrales en la agenda social y política del 2013.
OH!: ¿Qué pasará ahora que el gobierno ha decidido que sí se hará la carretera?
El TIPNIS sigue sin resolverse. La “consulta” impuesta por el gobierno ha sido denunciada como fraudulenta por instituciones que tienen peso en la opinión pública. A pesar de haber dividido al movimiento indígena, no dejó de sorprender que desde el gobierno, siempre a remolque de los hechos, se hubiera anunciado sin aspavientos que la carretera sería ahora “ecológica”, es decir ya no pasaría por el corazón del TIPNIS. Si este anuncio se hubiera hecho cuando empezaban las movilizaciones, el conflicto hubiera sido una anécdota. Hay una cierta lógica política en el gobierno, que es perversa.
En cuanto al otro tema, el gobierno empezó el año anunciando al país que había llegado la era de la “nueva” justicia. Pero lo que está desenvolviendo en estos días es lo que la prensa llama “red de extorsión”, que es una estocada al centro del poder. Ha tenido que ser un factor externo como una “embajada” el desencadenante del sórdido “affaire” que aún está en sus comienzos. El gobierno fue puesto contra la pared y tuvo admitir públicamente la existencia de tal “red” .
Su esfuerzo actual es evitar que sus muchas ramificaciones no arrastren a los más altos niveles políticos. No le va a resultar tan simple, pues al haberse escapado de su control, los límites son inciertos, pero quedará en la opinión pública la sensación de que fue engañada durante tanto tiempo, y la duda se instalará durablemente.
Su empeño por convencer que no estaba enterado de las “extorsiones” de la red durante cinco años en que actuó desde los ministerios políticos, no es muy creíble. Lo cierto es que la “red” tuvo el poder que el poder le delegó para actuar contra lo que el gobierno consideró sus “enemigos” políticos, que había que abatir, y lo demás pudo haber pasado como colateral o de menor cuantía. Algo así como cuando se dijo de la violencia en la Constituyente, que no hay parto sin dolor.
Estos dos hechos están horadando profundamente la imagen que el gobierno se ha empeñado en construir durante años. El TIPNIS no sólo ha tenido el costo de la fractura con sectores indígenas en nombre de los cuales levantó su poder, sino que ha puesto en entredicho la base misma en la que asentó su legitimidad histórica.
Los entretelones de la “red” han incorporado una nueva dimensión a su crisis de confiabilidad política, que es la dimensión moral, de la que el gobernó hizo la piedra de toque, calificándose de “reserva moral”para diferenciarse de los gobiernos “neoliberales”. Hay un proceso de profunda crisis moral, que amplifica la crisis de credibilidad . Lo que es muy grave para cualquier gobierno, que necesita de un umbral de confianza pública para gobernar. En otros términos, a la pérdida de poder sobre la sociedad se ha sumado ahora un proceso de erosión interna de ese poder, que probablemente ha de afectar negativamente el leve repunte que el gobierno había logrado en los últimos meses del año, previos al “affaire”.
OH!: ¿Cuáles de estos problemas son importantes y cuáles urgentes de resolver?
Gozar de un margen razonable de confianza política es indispensable para evitar ser desbordado por la impaciencia de expectativas no satisfechas. Recuperar la confianza moral es más complicado aún, pues de trata un bien intangible, que no se satisface con promesas sino con pruebas repetidas en el tiempo. Para ello el gobierno tendría que dejar de ser lo que es, y que el poder sea su único horizonte. Cambiar su lógica política es cambiarle de identidad, que además no sería creíble si no se patentiza con una profunda renovación de los hombres del poder. La condición para que ello pudiera pasar es que no evada sus responsabilidades con el conocido expedientes de imputarlos a conspiraciones externas, que es un modo suicida de pretender salvarse a sí mismo. Es una tarea de cíclopes, tanto más inalcanzable, donde se advierte más bien el haberse desatado un arreglo interno de cuentas entre facciones rivales.
OH!: Hablemos de los aciertos del gobierno...
Su acierto que ya dura años y es no haber metido demasiado las manos en la herencia “neoliberal” de proteger los equilibrios macro-económicos, y haberse adaptado al capitalismo mundial, que tanto execra ideológicamente. Allí donde las cosas marchan, el gobierno no tuvo mucho que ver, pues el alza excepcional de las cotizaciones de las materias primas dependen del mercado capitalista mundial y no de las ofrendas a la Pachamama.
El otro cierto es el social. Sus políticas asistencialistas, aunque no tienen mucho futuro, han tenido efectos positivos en la población bajando los altos índices de pobreza, pero sobre todo han incorporado durablemente en la agenda del país a los pobres como centro de las políticas públicas, que ningún otro gobierno estará en condiciones de evadir. El llamado “proceso de cambio” ha sensibilizado a la población, aún a la más renuente, a no pensar más el país sin esas mayorías pobres.
Otro acierto, si podemos llamarlo así, pero no reconocido públicamente por el gobierno sino de manera furtiva, es que se ha dado cuenta que en mucho de lo que hizo, empezando por la Constitución, se le fue de la mano. Esta es una de las razones de sus incordios con los “movimiento sociales”.
De manera general puede decirse que es en la economía que las cosas le van bien, aunque en ello su concurso haya sido poco relevante, excepto en sus políticas estatistas donde las cosas son distintas. En lo social- a pesar de su énfasis asistencialista en los pobres- está la fuente de la andanada de conflictos, que suman cada vez más, pero a diferencia de los del pasado, no son expresamente desestabilizadores, pero producen ingobernabilidad. Es en lo político donde se encuentran sus problemas más delicados, pero que al no admitirlos como endógenos lo que hace es amplificarlos cada vez más. Es siempre la ceguera del poder lo que lo pierde.
OH!: ¿Cómo prevé que sea el próximo año? Cuáles serán los asuntos que lo determinarán?
El gobierno está en la cuerda floja entre lo que fue y lo que quisiera ser. Una vez que ha logrado tener todo el poder institucional, ha estimado que ya no es necesario gobernar como lo hizo los años pasados, enfrentando a una parte de la sociedad contra la otra. Ahora anuncia querer gobernar con “todos” para “todos”, aunque sus viejos demonios no lo abandonen.
Se ha hecho pragmático, distinto del ideologismo del aspirante al poder. Es el pragmatismo del poder, donde la verdad no se encuentra en lo que se dice sino en el lugar en que se encuentra . Con el poder en sus manos, lo que se busca es que lo dejen tranquilo. El súmmum del poder es una sociedad sin voz.
Para ello ha tenido que distanciarse del indigenismo radical, que sólo le sirve para los días de fiesta. El costo es la fractura con sectores sociales radicales e indígenas que lo acusan de “neoliberalizarse”.
En muchos sentidos puede decirse que el discurso actual del poder parece ciertamente calcado del discurso “neoliberal” de gobiernos pasados, que por impotencia ante los conflictos que los desbordaban sólo atinaban a descalificarlos. En ello no hay nada de nuevo en el “proceso de cambio”. Pero lo que pierde aquí no lo puede recuperar ganando el apoyo sobre todo la clase media, que lo prefiere “neoliberalizado”, pero desconfía profundamente y con buenas razones.
La expresión “con la ley, sin la ley, contra la ley”, con la René Moreno sentenciaba la justicia colonial, sigue siendo de actualidad. Es este nudo que el gobierno no puede desatar convenciendo a todos. Para ello tendría que abandonar su lógica misma de gobernar, y no simplemente en la retórica, por ejemplo garantizando la independencia del poder judicial. El costo político puede ser grande en un año que poco a poco va a electoralizarse, pero que por distintas razones no aprovecha la oposición.
En este sentido puede decirse que la fortaleza del gobierno seguirá siendo la debilidad de la oposición, que no encuentra la forma de convencer al país de que puede ser alternativa de
gobierno y no simplemente crítica del poder.
Perfil
Jorge Lazarte
Jorge Lazarte estudió filosofía y letras en la Universidad Mayor de San Andrés. También realizó estudios en la Ecole des Hautes en Sciences Sociales en Paris y es doctor en Ciencia Política de la Sorbonne Nouvelle en Paris. Fue Asambleísta Constituyente y Magistrado de la Corte Nacional Electoral. Asimismo fue profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Es miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política e investigador asociado del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS-F.E.S.) y autor de varios libros.
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