Chile, con un Producto Interno Bruto per capita (PIB per capita), a julio de 2013, de $us 16.629 superior al de Argentina ($us 11.931) y al de Brasil ($us 12.643) y una tasa de desempleo más baja de la región (6,9%), solo superada por Brasil (6,5%), se muestra como un país con buena salud económica.
En este escenario, Chile apoya su bonanza en los brazos laboriosos de miles de bolivianos que, tentados por el poderío económico del vecino país, no dudan en hacer sus maletas y probar suerte en Iquique o en Arica, donde, si todo les sale bien, pueden llegar a ganar cada mes entre 250.000 y 300.000 pesos chilenos ($us 500 y 600).
Tierra del marisco
Al llegar al aeropuerto Diego Aracena, de Iquique, el cambio es total, cero vegetación y un monótono paisaje que se pone interesante cuando las olas del mar chocan contra las rocas.
En este lugar, que crece de manera desordenada impulsado por la actividad minera, la presencia boliviana es notoria. No por nada, según el Departamento de Extranjería y Migraciones del Ministerio del Interior, la cifra de inmigrantes bolivianos en Chile aumentó un 115% durante los últimos 10 años, pasando de 11.649 a 25.151 entre los censos de 2002 y 2012.
Es en el barrio Esmeralda, dos a lo sumo tres cuadras, donde los bolivianos levantaron su centro de operaciones. Restaurantes, casas de cambio, hoteles y puntos de venta de pasaje hacia Oruro y La Paz son las principales actividades.
Detrás de una venta con rejas (parece una celda), Marisol Vargas, de La Paz, que desde hace cinco años trabaja en Iquique y que en principio solo vino por tres meses, explica que en esta ciudad se gana buena platita y que el boliviano es bien aceptado para trabajar en la construcción, como asesora del hogar (empleada doméstica), en el campo y atendiendo en centros de belleza.
Casco azul, overol gastado y gafas transparentes es la carta de presentación de Manuel Oña, un potosino que desde hace 15 años anda construyendo la Iquique del futuro: edificios cada vez más altos.
Oña baja de su andamio, de estatura mediana, moreno y con acento chileno, baja la voz cuando dice que por día cobra 18.000 pesos chilenos y que al menos percibe unos $us 700, dinero suficiente para enviar una parte a Bolivia, y agrega que es bendecido, porque todos los días puede mirar el mar desde la altura de su trabajo.
El que no es un bendecido es Carlos Quiroga, un cochabambino que desde hace 13 años vive en esta parte del norte chileno. Propietario de un restaurante pequeño, lamenta el haber dejado su tierra por falta de oportunidades y alerta sobre lo difícil que es convivir en suelo extranjero, donde los controles migratorios son rigurosos.
En las oficinas de la Gobernación Provincial de Iquique donde funciona Extranjería, todas las mañanas cientos de bolivianos se codean con los colombianos y peruanos para conseguir un número e iniciar sus documentos.
Analía Justiniano, una cruceña, es la primera en ser atendida. Llegó hace seis meses y ya sabe de madrugadas, de habitaciones de madera, pero eso no le espanta su deseo de superación, que es más fuerte
CIFRA
4,8
En millones de dólares
Es la remesa que desde Chile, que ocupa el cuarto lugar en importancia, los bolivianos enviaron a sus familiares.
115%
Aumento de los bolivianos
En la última década, este es el incremento porcentual de la presencia nacional en suelo chileno, de 11.649 (2002) a 25.151 (2012).
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