La ciudad más joven de Bolivia, conocida así por su temprana edad de 28 años, enfrenta el difícil proceso de construcción urbana a partir de un inusual y desmedido crecimiento de su población que cada día suma centenares de nuevos ciudadanos. Para nadie es desconocido que en esa transición se verifica la más amplia diversidad de factores que, en su interacción, provocan múltiples problemas de toda índole.
El Alto, como ciudad joven y pujante, enfrenta los desafíos con entereza pese a las múltiples desventajas y fuertes limitaciones, tanto técnicas como financieras que, en la práctica, son condicionantes que resultan difíciles de superarlas. No se puede pensar que, de un momento a otro, o en los lapsos históricos que definen la vida nacional, la ciudadanía pueda enfrentar aquellas trabas lógicas y, hasta naturales, que se genera en el transcurrir del tiempo.
La cotidiana vida de El Alto, nos muestra una pujanza que impresiona. Tanto el comercio, la industria, como el transporte son factores que se unen en la dinámica que proyecta consolidar la existencia como la urbe de mayor crecimiento en Bolivia. Su estratégica ubicación en el contexto territorial y su directa relación con La Paz, determinan su condición de polo unificador entre los mercados vecinos de Perú y Chile y hace que proyecte su desarrollo en un nivel muy óptimo y alcance el grado de aceleración mayor a todas las ciudades del país.
La migración de ida y vuelta, entre lo urbano y rural y las corrientes migratorias externas, generan los factores de acumulación desordenada de extensos y alejados barrios de migrantes, en especial, de poblaciones procedentes del altiplano, del interior del país y, además, de los globos de peruanos que tomaron carta de ciudadanía, para contribuir positivamente a las aspiraciones de desarrollo o, lamentablemente, crear verdaderos anillos que alimentan la delincuencia en ésta ciudad de más de un millón de habitantes.
Este panorama de complicada existencia, cada vez más clara en sus objetivos y aspiraciones, autoridades, pueblo e instituciones se unen en un sólo esfuerzo para mostrar al mundo que El Alto, la ciudad más joven de Bolivia, está de pie.
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