El Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) brindó hoy su informe de gestión, durante un acto especial celebrado en la Casa de la Libertad de Sucre, el cual estuvo precedido de los ya habituales rituales andinos, incluidos de manera reiterada en cualquier evento oficial vinculado con los órganos de la judicatura nacional.
El presidente del TCP, Rudy Flores, hizo en la oportunidad una evaluación positiva del primer año de gestión del organismo, al señalar que a pesar de haber recibido una considerable carga procesal del anterior cuerpo de magistrados, en la gestión se pudieron resolver alrededor de mil quinientos expedientes.
Recordó que una ley especial concede al TCP un término de dos años para la resolución de causas acumuladas, por lo que Flores consideró plenamente viable que en esta gestión que comienza puedan ser despachadas las cerca de mil causas que aún quedan en proceso.
Durante este año, dijo Flores, el TCP también procedió a la instalación de oficinas de coordinación en diferentes departamentos del país, cuyo propósito -explicó- fue el de brindar un mejor servicio a la sociedad y al mundo litigante, el cual podrá ahora conocer sobre sus causas y asumir su defensa desde sus propios distritos.
En cuanto a las deficiencias del organismo, Flores mencionó principalmente la falta de infraestructura propia, pues recordó que actualmente el TCP desarrolla sus actividades en un inmueble concedido por la Alcaldía de la ciudad de Sucre, donde antes funcionaba la Corte Superior de Distrito.
En cuanto a los casos de relevancia jurídica, Flores destacó la emisión de fallos como el del proceso de consulta en el territorio indígena del Tipnis, así como la eliminación del delito de desacato del conjunto de leyes nacionales, así como la exigencia de aprobar una nueva ley del ejercicio de la abogacía.
Previa a la ceremonia, el presidente, acompañado de otras altas autoridades judiciales, entre ellos el presidente del Tribunal Supremo, Gonzalo Hurtado, así como el decano, Jorge von Borries, y el senador del MAS, René Martínez, participaron de una ofrenda ritual al son de un grupo musical autóctono, mientras atizaban el fuego de un fogón con pequeños atados de hoja de coca.
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