Los campesinos, dice, son fuertes e inteligentes para el fútbol. “Somos veloces los aymaras, llamados despectivamente indios; nosotros en el pasado hemos tenido chasquis que corrían kilómetros y kilómetros. Nosotros somos hijos de chasquis”.
Pero en su equipo, que descendió de categoría este año, no está permitido correr y correr sin pensar. “Jugar fútbol es pensar rápido, ser inteligente. Es como en la vida, hay que pensar bien y hay que conocer al enemigo, y reconocernos entre nosotros mismos. Eso me impulsó mucho en mi forma de ser. Ahora yo preparo psicológicamente a mi equipo”.
En su idea, la vida misma puede resumirse en el fútbol. Por eso prefiere a Pelé en lugar de Diego Armando Maradona. “Es más de mi época, además es mejor que Maradona porque corría bien y hacía goles espectaculares. Además, era un hombre sano”.
En su juventud, el Mallku deseaba ser futbolista. Aprendió a patear con los dos pies e incluso hizo una prueba para integrarse al club 31 de Octubre. Por entonces, comenta, San José era un gran equipo y tenía un ídolo local: Vicente Quispe... “Mi apellido era bien cotizado entonces”.
El fútbol dejó en off side (fuera de juego) al Mallku. Luego, dedicó su vida a la política y cuando fue diputado pagaba, con su dieta parlamentaria, a los técnicos que él llevaba hasta el campo para entrenar a su club.
Hoy él cancela las tarjetas y el flete de la cancha del Kilómetro 7. “Un día vamos a ascender y vamos a jugar con Bolívar y Strongest, y vamos a ganar”, dice sentado en la entrada de la Asociación de Fútbol de La Paz.
Lejos de las canchas, el Mallku juega en desventaja. Es padre de siete hijos, tres varones y cuatro mujeres. Vive con uno de ellos, mientras que otro juega en su club y un tercero estudia en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), y una de ellas vive en Brasil. De las otras tiene vagas referencias.
Su esposa se encuentra enferma. “Está mal de los riñones y se hace hemodiálisis día por medio. La vida ya no es como antes, ahora hay días tristes”.
Enfundado en su eterna chamarra negra y con el sombrero oscuro, el exintegrante del Ejército Guerrillero Túpac Katari, pijcha coca mientras habla de él y de sus sueños.
Comenta que se acuesta a medianoche. “Aunque a veces me duermo a las nueve y me levanto a las tres, y leo hasta las seis. Tomo un desayuno y me voy a trabajar (agricultura)”. Su libro de cabecera es La revolución india, de Fausto Reinaga.
Anhela que un día un “indio de verdad” llegue a la Presidencia del país. “Estoy pensando en volver a candidatear. ¿Por qué no?”.
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