09 marzo 2014

Ilo, 22 años de un pacto inconcluso muestran la indefinición boliviana



1992, los presidentes de Bolivia, Jaime Paz Zamora, y de Perú, Alberto Fujimori, firmaron en Ilo el Convenio de Amistad, Cooperación e Integración “Gran Mariscal Andrés de Santa Cruz”. Ha pasado casi un cuarto de siglo y el pacto nunca pudo hacerse realidad pues, como se verá, ningún gobierno posterior volcó determinadamente su voluntad política hacia la posibilidad de un puerto boliviano en Perú. Apenas en 2010, tras cinco años de prestar atención a Chile con la Agenda de los 13 puntos, Evo Morales trató de reactivar el convenio de 1992 con Perú, pero con puntos adicionales que más bien frenaron el curso del protocolo.

El proyecto portuario de Ilo ha sido hasta ahora, se puede decir, un intento más bien flojo de integración con Perú, como prueba el hecho de que en 22 años solo Paz Zamora, Carlos Mesa (con una frustrada alianza energética con el país vecino para exportar gas por Ilo) y ahora Morales, pusieron su atención en la posibilidad de un puerto cuasi soberano de Bolivia en la costa peruana.

El acuerdo original, tal como lo describe el expresidente Jaime Paz Zamora, uno de sus firmantes, consintió en que Perú cedía a Bolivia cinco kilómetros de playa en la localidad peruana de Ilo para un puerto, una zona turística, otra industrial y una zona franca. La cesión duraría 90 años renovables, “es decir para siempre”, se anima a afirmar.

Asimismo, Perú se comprometía a asfaltar una carretera de Ilo a Desaguadero (450 km) y Bolivia otra de El Alto a Desaguadero (90 km). “Perú cumplió rápidamente el compromiso, mientras que Bolivia tardó dos gobiernos (la vía se acabó en la gestión de Banzer)”, precisa.

Hay que recordar que ya en 1992, a cambio de Ilo, se estableció un similar derecho y facilidades para Perú en Puerto Suárez, en la frontera boliviana con Brasil, a fin de posibilitar al vecino país una salida hacia el océano Atlántico, a través de la hidrovía Paraguay-Paraná-Río de La Plata.

Lo cierto es que hasta ahora no se pudo hacer efectivo el acuerdo. En 2010, Evo Morales y Alan García quisieron reactivar el proyecto firmando un protocolo complementario, pero que puso aún más trabas. Morales pretendía que en el puerto haya una base naval y una escuela militar bolivianas. Paz Zamora hoy califica la idea de un “desatino” que solo prorrogó la ejecución del pacto.

En todo caso, ¿cuánta responsabilidad tienen Bolivia y Perú para que el proyecto prácticamente se haya dormido por casi un cuarto de siglo?

Franco Gamboa, doctor en Relaciones Internacionales, atribuye este statu quo a la “inercia gubernamental de Bolivia” a causa de la “gran inversión” que demanda acondicionar un megapuerto en un lugar rocoso como el de Ilo. “Después de dejar Paz Zamora abierta la puerta del proyecto, Goni no tenía interés sino por hacer reformas económicas estructurales (la capitalización)”. En su política internacional “fue muy miope”. Luego llegó Hugo Banzer Suárez, quien “no dio importancia a Ilo” porque privilegió el proyecto con la Pacific LNG (gas natural licuado, por sus siglas en inglés), corporación que no quería saber nada que no sea exportar gas boliviano por Chile.

Luego volvió Goni y dio continuidad al proyecto de la Pacific LNG, esto finalizó con la crisis de Octubre de 2003. “Carlos Mesa intentó una reactivación de exportar gas por Ilo, pero su periodo corto (de 2003 a 2005) no le permitió cerrar la alianza”, afirma el internacionalista.

“Evo ahora lo reactiva, aunque hay que ser honestos: le tomó su tiempo, pues primero privilegió el acercamiento con Michelle Bachelet (...) Esta inercia se explica por nuestra indefinición, parece que ahora se ha entendido la importancia de Ilo y de hacer una gran inversión para habilitar un puerto”, concluye Gamboa.

El congresista peruano Víctor Andrés García Belaúnde señaló a Animal Político que por “muchos años” la responsabilidad del estancamiento fue de algunos gobiernos bolivianos.

“En los puntos complementarios de 2010 fue espinoso pensar en la navegación de buques de guerra bolivianos y una base naval militar boliviana; sin embargo, anulados esos puntos ya no hay nada que se pueda cuestionar”, afirmó.

Como se dijo, el efecto fue adverso: la idea de la base militar fue rechazada por las Fuerzas Armadas peruanas y fue una traba que usaron sectores conservadores del Congreso de ese país. No obstante, superada la discrepancia, el protocolo complementario tendría que ser aprobado por el Legislativo del país vecino.

Al respecto, el diputado peruano Luis Alberto Adrianzen manifestó a medios de su país que “fuerzas vinculadas a la derecha” no tienen la intención de que se apruebe el Protocolo Complementario y Ampliatorio a los Convenios de Ilo.

Esto es descartado por García Belaúnde, quien afirma que si bien existe una “carga ideológica” en grupos “verdaderamente minoritarios que no quieren hacer nada con Bolivia solo porque Evo Morales es presidente”, eso “no tendría por qué afectar. Así que eventualmente (el documento) se pondrá en agenda”.

De igual modo, el expresidente Carlos Mesa señala que por muchos años “Bolivia se durmió en sus laureles” y reitera lo señalado por García Belaúnde sobre esas minorías, de un modo más literal: “Las élites limeñas tienen una mentalidad virreinal, de hecho rechazaban al Mariscal Andrés de Santa Cruz con apelativos racistas. A Morales tampoco lo toleran, lo que se agudizó con que en un inicio él fue muy agresivo con Alan García”.

En efecto, esta división en Perú entre costeños (sobre todo de Lima) y serranos aún es latente.

La anterior semana se suspendió sin fecha la reunión entre Evo Morales y Ollanta Humala en la que se tocaría, sin duda, el proyecto boliviano-peruano de Ilo. Al respecto, Mesa considera que la suspensión fue una señal peruana de que a la cita no se estaba yendo con “puntos concretos”.

Algo similar sugiere la diputada Betty Tejada, presidenta de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara Baja: “Lo que se debe hacer, también desde el Congreso, es elaborar una agenda de interés binacional. Ha faltado una agenda concreta para que no sea solo un encuentro más”.

Paz Zamora insiste en que quien suspendió la reunión fue Bolivia, de acuerdo con sus fuentes en Perú.

SECRETA. Los tres intentos de acercamiento (de Paz Zamora en 1992, de Mesa en 2004 y 2005, y de Morales desde 2010) son rescatados por Mesa, aunque subraya como de mayor mérito el de 1992. ¿Cómo se dio? La fuente de primera mano, es decir el expresidente Paz Zamora, relata los prolegómenos, a los que califica como un “operativo político-económico”.

A finales de 1991, había que ser cuidadosos para que no se filtre el posible pacto con Perú. Recuérdese que en 1990 Bolivia tuvo la presidencia del G77 y Chile volvió a ser miembro del grupo sin la oposición de Bolivia, cuyo reparo habría bastado para que el país vecino, expulsado desde el inicio de la dictadura de Pinochet, no se reintegre. Bolivia, obrando de buena fe, no se opuso. Chile “agradeció” el gesto boliviano vetando la resolución de que el G77 formule declaraciones que llamen a que se solucione el tema marítimo, cosa que Bolivia había conseguido desde hace varios años en ausencia de Chile en el bloque. Paz Zamora descalificó este acto con adjetivaciones fuertes.

Las reuniones previas a la firma con Fujimori dejaron en “pañales” a la “mejor policía secreta” del continente, relata el exmandatario refiriéndose a la Inteligencia chilena.

A finales de 1991 se hace una reunión de alto nivel en Beni entre los presidentes, las dos cancillerías y ministros de Perú y Bolivia. Se dice a los medios de comunicación que se tratarán temas fronterizos relativos a los límites amazónicos de ambos países, “para no levantar sospechas”.

El lugar indicado es la hacienda “La Habana”. “Nunca en la historia de esta estancia debió aterrizar un jet tan grande en su pista”, revela Jaime Paz Zamora.

Los miembros de las delegaciones saben perfectamente que los supuestos asuntos fronterizos son una pantalla y que en realidad se tratará de la cesión de territorio en favor de Bolivia para la habilitación de un puerto boliviano con una cualidad cuasi soberana.

Los acuerdos se hacen sin grandes diferencias y se establece la fecha de la firma del convenio para el 24 de enero del siguiente año. Santiago se enterará del pacto el mismo día en que se cerró el acuerdo y mediante la prensa.

“Inmediatamente, sus agentes en La Paz comienzan una campaña de desprestigio mediante líderes de opinión a los que la prensa suele dar cobertura.

Señalaban que Perú nos daba algo que no servía para nada. Lo que puede ser refutado claramente con los datos con que se cuentan hoy: Ilo es el puerto de mayor desarrollo relativo del Perú”.

Paralelamente, los agentes chilenos hacían lo propio en Lima: “movían su influencia mediante analistas que argumentaban que Perú nos regalaba su territorio. De todas maneras, el acuerdo estaba en curso”.

Uno de los objetivos con que se encaró esta alianza fue “recuperar la cualidad marítima del país”, expresa Paz Zamora. Sin embargo, también “queríamos orientarnos hacia el Perú y asfixiar económicamente al norte de Chile para de ese modo obligarles a negociar una salida marítima”.

En efecto, tanto el sur del Perú como el norte de Chile son las zonas menos desarrolladas de ambos países. “La idea era hacer un torniquete al norte de Chile beneficiando al Perú; si hacíamos eso de manera disciplinada, la asfixia les habría obligado a negociar el tema pendiente del mar, pero los siguientes gobiernos no tuvieron seriedad”, concluye.

El acercamiento con Perú llevado por Morales y Humala deberá ser el primer paso para una integración que prevea el futuro fallo de La Haya.

Carlos Mesa sugiere que Bolivia debe tener preparado “desde ya” un plan para hacer realidad el proyecto de Ilo. Sugiere cuatro actores: Bolivia, Perú, el empresariado boliviano (“¿y, por qué no, también el peruano?”), y algún “gran” operador portuario (“para evitar la experiencia de Jindal en el caso del Mutún”). “De este modo, cuando el Congreso peruano concluya de tratar el protocolo complementario, Bolivia ya tenga un plan listo para ser implementado de manera inmediata”.

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