18 julio 2013

Memorias olvidadas de la UDP

Juan José Anaya Giorgis.- Cuando el retorno la democracia se efectivizó a fines de 1982 la Unión Democrática Popular (UDP) asumió el control de un Estado en bancarrota. El alarmante déficit fiscal de 82,49 por ciento alcanzado en 1979 había subido a 574,46 por ciento en 1982. Esta situación ruinosa devino como resultado combinado de los pesados servicios por deuda externa, excesiva burocratización del sector público, corrupción, frugal recaudación tributaria, y las pérdidas del aparato productivo estatal (sólo las finanzas de Comibol arrojaron 350 millones de dólares en pérdidas hacia 1985).
El programa de la UDP intentó rearticular el modelo de dominación política vivido durante los primeros años de la revolución nacional: cogobierno entre poder Ejecutivo y COB, acumulación económica comandado por el Estado, y cogestión de las principales empresas públicas por gerencia y sindicato. Esta redición fue llamada “entronque en el nacionalismo” o “entronque histórico” a la revolución nacional por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Sin embargo el clima de intensa agitación política que acompañó el retorno pleno de las libertades democráticas, la gestión gubernamental de la UDP, y la oposición con mayoría en el congreso; en vez de contribuir a superar la difícil situación del país, lo arrastraron hacia una de las peores crisis de toda su historia, sino la peor.
La UDP había generado grandes expectativas en los movimientos sociales. A 100 días de la asunción de Siles Zuazo un aluvión heterogéneo de sectores sociales ocupó las calles exigiendo, día tras día, los beneficios prácticos del welfare state antiimperialista prometido en las campañas electorales, a un Gobierno sin recursos para enfrentar los abultados pliegos petitorios de los movimientos. Acorralado por las demandas, sobre todo salariales, el Gobierno recurrió a la impresión de moneda para aliviar las presiones, generando uno de los procesos inflacionarios más grandes de la historia mundial.
Simultáneamente, la política monetaria de “desdolarización” implementada antes de los 100 primeros días de gestión como una táctica de soberanía económica (el Banco Central asumió el monopolio cambiario de divisas extranjeras), causó de inmediato la proliferación de librecambistas ilegales operando con tipos de cambio paralelos al oficial. Esto abonó la inflación, provocó pérdidas multimillonarias en las entidades públicas obligadas a operar al tipo de cambio oficial, y en suma, enriqueció a la burguesía importadora y especuladores de baja calaña merced del sufrimiento popular.
En medio del caos generalizado la COB y el Congreso forzaron la renuncia del presidente Hernán Siles Zuazo un año antes de la conclusión constitucional de su mandato fijada en agosto de 1986. Bolivia estaba devastada. Hacia fines de 1985, el PIB registraba una caída del 11 por ciento en relación a 1982, la hiperinflación llegó a tasas superiores al 20.000 por ciento anual, y el déficit fiscal alcanzó la cifra exorbitante de 3.710 por ciento.
Transcurrieron casi 20 años antes de que un nuevo Gobierno de amplia base popular y con neto proyecto izquierdista volviera al poder: el MAS. Lo hizo en condiciones muy distintas a la UDP; sin crisis fiscal deficitaria y a las puertas de una bonanza económica independiente a las medidas nacionalizadoras. Sin duda el gran llamamiento a la unidad nacional de Evo entre indios, mestizos, k´aras y afros debe implicar un reconocimiento oficial sobre los aspectos positivos heredados del pasado, sin olvidar sus hechos dolorosos para no repetirlos, el MAS no inventó la pólvora.

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