22 agosto 2012

Los ex soldados luchan por vivir

El cese de hostilidades en la Guerra del Chaco fue sorpresivo para el combatiente Agustín Mantilla. “Yo ya no espero nada desde que Bolivia aceptó el alto el fuego”, dice. En sus palabras hay un reproche latente: le arrebataron su guerra y truncaron su esperanza de triunfo.

“Cayó de sorpresa que se firmara la paz, casi nadie se lo esperaba, aunque a algunos nos dio bronca: justo esa temporada estábamos dando una paliza a los paraguayos”, evoca Mantilla, hoy un benemérito nonagenario de la contienda chaqueña.

Otros dos excombatientes, Rogelio Bustillos y Severo Viscarra, piensan lo mismo que Mantilla y afirman que el panorama bélico empezaba a cambiar cuando llegó la paz. Coinciden con ellos investigaciones que aseguran que el contingente paraguayo, agotado por el enfrentamiento armado que comenzó en 1932, sufría numerosas bajas, lo que alentó una contraofensiva boliviana, en 1935, casi al borde del fin de las hostilidades.

Por eso Viscarra, de 95 años, que estuvo en el Chaco desde 1934, cuando tenía 18 años, casi murmulla: “Tal vez podíamos haber llegado más lejos”.

Bustillos, quien llegó a las trincheras a los 19 años, sostiene no sin cierta exaltación: “Incluso algunas noticias sobre nuestros triunfos decían que era posible llegar hasta Asunción”.

Lejos de sus bases

Según el investigador Marco Antonio Flores, no fue la arremetida boliviana la que debilitó a los paraguayos, sino su incursión al territorio nacional, árido y ardiente, cubierto de carahuatales y de espinos blancos, que los dejó sin provisiones y los alejó de sus bases.

Mantilla no es chauvinista. Lo que daba ánimos a los combatientes bolivianos era el fallido avance, en el asfixiante territorio nacional, de los paraguayos, quienes comenzaban a experimentar las mismas adversidades que Mantilla y sus camaradas. Sobre todo la falta de agua.

“El guaraní estaba exhausto después de tres años de lucha. Bolivia levantaba un cuarto ejército con el Paraguay lejos de su fuente de aprovisionamiento, agotado, ya sin capacidad humana, económica y militar”, dice el periodista y escritor Darwin Pinto sobre una de las tesis de La Guerra del Chaco, del escritor Edmundo Paz Soldán.

Los beneméritos Viscarra y Bustillos coincidieron hace poco en la inauguración de la Casa de los Héroes Nacionales de la Guerra del Chaco, en La Paz, en la conmemoración de los 77 años del cese de hostilidades entre Bolivia y Paraguay.

Pulcros, con trajes grises impecables, cada año escuchan los discursos de la fecha; pero ellos creen que con el final de la guerra, a lo sumo, sólo hubo alegría en las trincheras. Pero no llegó la paz, afirman, para pintar con una pincelada la situación económica que afrontan en la actualidad.

“Nos alegró el hecho de que volveríamos a nuestras casas, pero luego hubo crisis en el país”, comenta Viscarra, al referirse a la situación de posguerra de los excombatientes. “Unos volvieron al campo, otros a trabajar en la ciudad, pero igual todos estuvimos fregados”, añade.

“Lo peor es que aunque estábamos avanzando y luego perdimos, muchos no sabían por qué estaban peleando, sobre todo los indios”, dice Agustín Mantilla.

El cese del fuego

Mantilla calcula que no tenía más de 18 años en 1935, cuando ingresó en el teatro de operaciones; a los tres meses, todo terminó. Cree que él se sintió menos abrumado con el cese de hostilidades que quienes sufrieron por más tiempo los infortunios de la guerra.

“No recuerdo cuánto territorio perdimos; durante años, tras la guerra, las autoridades gubernamentales explicaban los montos de plata que tenían que ver con el asunto, pero la verdad nunca entendí bien eso, sólo sé que mucha gente murió”, dice.

Los tres ex soldados, hoy nonagenarios, protestan por los errores cometidos en esa guerra, debido a las órdenes que salían del Palacio de Gobierno de La Paz.

El cese de hostilidades firmado en Argentina expresaba que la Corte Internacional de La Haya debía efectuar un arbitraje internacional, para que el territorio en disputa se dividiera salomónicamente, lo cual, sin embargo, no sucedió. Finalmente, Paraguay pasó a la historia como el vencedor de la contienda, explica el investigador Flores.

También concluye que las vidas bolivianas perdidas, unas 50.000, según diversas fuentes, fueron el saldo más trágico de la contienda.

“¿Quién ganó la guerra? Creo que nadie. Por el contrario, perdimos a los que más queríamos y los que volvieron dejaron parte de sus vidas en el Chaco; lo más doloroso es que Bolivia y Paraguay perdieron a sus hijos”, afirma Flores.

A los 50.000 compatriotas perdidos, de los 200.000 efectivos movilizados, se suman los 60.000 heridos y al menos 20.000 prisioneros; 245.000 kilómetros cuadrados quedaron en poder de los paraguayos y se estima que el costo, en metálico, fue de 228 millones de dólares.

Sólo medallas

El excombatiente Rogelio Bustillos pregunta cuál es la herencia de esos valerosos soldados que ya no están y responde: “El valor del soldado boliviano fue reconocido incluso por el paraguayo, todo lo que tenemos ahora es gracias a esos hombres”. Se refiere a la riqueza hidrocarburífera chaqueña que hoy se explota en el país.

“Cada vez nos dan medallas, reconocimientos y hablan de los muertos, pero no hacen nada más”, dice el benemérito Severo Viscarra. Los que estuvieron en el campo de batalla del Chaco y que volvieron a casa esperaban más del país, de los gobiernos.

“No está mal que nos den medallas, pero sería bueno que con las regalías que ahora se tiene por los hidrocarburos se mejoren las condiciones para los que estuvimos en el Chaco”, agrega Viscarra.

Consideran insuficiente una pensión vitalicia de 2.000 bolivianos y un bono anual único de otros 2.000 bolivianos.

Bustillos y Viscarra están entre los 527 beneméritos reconocidos por el presidente Evo Morales, en 2011, con la condecoración Mariscal Andrés de Santa Cruz, en el Grado de Caballero de la Orden.

En cambio, Agustín Mantilla cuestiona esos homenajes. Dice que los discursos son los mismos, pero que los “valientes” enaltecidos una y otra vez no cuentan con condiciones dignas de vida y, por si fuera poco, su pensión vitalicia es insuficiente.

“Luego de la guerra vivimos como cualquier persona”, afirma este benemérito, quien merece pasar sus últimos días sin estrecheces económicas.

El contingente y sus ingresos


Hasta el año pasado, el Gobierno informó que había 527 beneméritos de la Guerra del Chaco con vida, a quienes el presidente Evo Morales otorgó condecoraciones. El año pasado eran 223 en La Paz, 125 en Cochabamba, 67 en Santa Cruz, 29 en Tarija, 24 en Oruro, nueve en Beni y 50 en Chuquisaca.

En 2012, sin embargo, hay registrados 23 en Santa Cruz, según ElDeberDigital; en Cochabamba fallecieron 18 y hoy sólo quedan 109. Unas 60 bajas redujeron el contingente de ex soldados a sólo 467, aproximadamente.

Hasta mayo de 2012, la pensión vitalicia mensual de los beneméritos ascendía a 1.800 bolivianos, pero en junio el Gobierno la elevó a 2.000 bolivianos, de acuerdo con ElDeberDigital.

Tienen, además, otro ingreso: un bono anual y único que no beneficia a sus familiares, sino sólo a ellos; en 2006 y 2007 percibieron 1.500 bolivianos; en 2008 subió a 1.650 bolivianos y en 2009 ese emolumento llegó a 1.815 bolivianos; en 2010, el Gobierno comenzó a pagar 2.000 bolivianos.

Estos ingresos, no obstante, son considerados insuficientes por los beneméritos. Sus dirigentes plantean un incremento. La fuente deberían ser los recursos del gas que ellos defendieron.

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