05 diciembre 2011

Bolivia y Chile ¿una relación estancada?

LA POLÍTICA BOLIVIANA RESPECTO DEL RECLAMO MARÍTIMO NO HA AVANZADO COMO SE ESPERABA | VARIAS CAUSAS EMPAÑAN LA RELACIÓN CON CHILE Y EL PANORAMA NO PARECE PODER ACLARARSE POR AHORA.

Para los chilenos está claro, Bolivia sí tiene acceso al mar, puede pasar cuando quiera, pero de ahí a pensar en una salida soberana, es otro cuento. El cónsul chileno en Bolivia, Jorge Canelas, lo ha explicado claramente: “Todo este tema relativo a los asuntos limítrofes y lo que se deriva de los tratados hay que trabajarlo con mucha especificidad y con mucho cuidado. Se habla mucho del acceso al mar, Bolivia tiene acceso al mar, no es que no lo tenga. Esta establecido en el Tratado y se cumple, entonces no estamos hablando del acceso ni salida al mar porque la tiene, sino de perfeccionar esos mecanismos o la aspiración que tiene Bolivia de que ese acceso sea con soberanía, que sea un territorio soberano, eso es otra cosa”. Y esa otra cosa es la que impulsa a Bolivia a reclamar una salida propia al mar, segura de que es un remedio vital para su desarrollo postergado.

Sin embargo, hasta ahora no hay resultados. Y no es un problema exclusivo de este gobierno la falta de avance en el tema, sino también de los que lo anteceden, aunque ha tomado un tono especialmente fuerte con el presidente Evo Morales, llegando incluso a demandas ante la OEA y la ONU, sin un resultado cierto.

Varias etapas han marcado esta relación agridulce entre Chile y Bolivia; una de las propuestas más interesantes del gobierno de Morales fue la de reunir a varios ex presidentes y ex cancilleres bolivianos para lograr aunar estrategias y empujar una política más sólida, pero no se avanzó debidamente al respecto.

De acuerdo al abogado internacionalista Fernando Salazar, Chile está inmerso en la Hipótesis Vecinal Máxima o Triple Constante, que parte de la premisa de que no tiene amigos ni aliados en la región y que todos ellos buscan reivindicar cuentas pendientes. Se refiere a Argentina, Bolivia y Perú.

Según esta apreciación de inteligencia estratégica, Argentina nunca ha dejado de lado su aspiración de tener acceso a los dos océanos como medio para controlar el Cono Sur y, por ende, los territorios australes del Pacífico. Asimismo, Bolivia que hasta hace poco solo quería una salida al Pacífico ahora habla de “reivindicar” los territorios que les fueron sustraídos en la guerra del Pacífico, es decir la región de Atacama y los puertos de Antofagasta, Mejillones y Tocopilla. Finalmente, esta latente en Perú la expectativa de recuperar Arica y Tarapacá y la extensión marítima que está bajo disputa en La Haya. “El elemento detonante de un potencial conflicto podría darse en el año 2012, cuando no sólo se dará el fallo de la Corte de La Haya, sino que la Constitución boliviana dispone, en su artículo transitorio No. 9, que el órgano ejecutivo denunciará y, en su caso, renegociará los tratados internacionales que sean contrarios a la Constitución.”

¿Y EL PERÚ?

Por su parte, el diplomático y analista peruano Alejandro Deustua, asegura que la relación entre Bolivia, Chile y Perú (el tercero en la mesa) ha perdido impulso, lo que coincide con el proceso de degradación democrática y con la erosión de los instrumentos de gobernabilidad en la región, (Latinobarómetro). “Hoy, un contexto internacional deteriorado por el atizamiento de conflictos regionales (Medio Oriente) y amenazas globales (el terrorismo), ha contribuido a traducir la influencia creciente de los términos de seguridad en actitudes nacionales de desconfianza en escenarios distantes, aun cuando, en el caso peruano-chileno, al revés que en el chileno-boliviano, la cooperación institucional se ha incrementado ostensiblemente”, explica Deustua. “En cuanto a los procesos internos, la interacción entre política interna, estimulada por la emergencia de nuevos actores y pérdida de gobernabilidad, y política externa ha influido fuertemente en el deterioro de la cooperación. El rol de los medios de comunicación de los tres países en la extrapolación de la imagen del "contrincante", de la "agresión" eventual o del "aislamiento" y de las consignas nacionalistas de los actores emergentes, especialmente en el caso boliviano, ha contribuido fuertemente a ese proceso más allá de las diferencias históricas”, dice el peruano.

FALTA DE RESPUESTA

Pese a que Bolivia continúa determinado a llevar su demanda ante cortes internacionales, no existe evidencia de que La Haya alguna vez reconociese como válida una propuesta así.

Durante el gobierno de Carlos Mesa en 2005, se solicitó asesoramiento a Paul S. Reichler, jurista norteamericano experto en defender causas ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con el propósito expreso de examinar y desarrollar los aspectos jurídicos de una demanda boliviana para recuperar un acceso soberano al mar.

En él, el experto resalta que es importante tomar en cuenta que no hay registro de casos en los que un tribunal internacional judicial o arbitral haya invalidado un tratado basado en el hecho de que éste haya sido impuesto por la fuerza, y tampoco lo hay de que los haya respaldado.

Reichler analiza el tratado de 1904 y sí los actuales principios del derecho internacional que invalidan un tratado estaban vigentes cuando se suscribió, además de revisar la posibilidad de que sean aplicados retroactivamente. Un tema que la actual política boliviana respecto al mar, no parece contemplar.

Otra de las críticas que ha cobrado fuerza es que actualmente Bolivia no tiene los jugadores adecuados para un ajedrez tan complicado como es negociar con Chile.

Al respecto, por más de dos semanas intentamos tener una respuesta del director de la Dirección de Reivindicación Marítima (DIREMAR), el Dr. Juan Lanchipa, ex candidato al tribunal judicial por el Movimiento al Socialismo (MAS), pero no lo logramos, por lo que acudimos al vicecanciller Juan Carlos Alurralde, también sin éxito. (Con datos de Revista de Ciencia Política, Los Tiempos, Ceeri).


Opinión

MEJOR REACTIVOS NOMÁS...

Fernando Salazar Paredes
Abogado internacionalista

Siempre, con este y anteriores gobiernos, he criticado que nuestra política exterior, en general, era reactiva, exhortando a que sea pro-activa. La actual política exterior es, ciertamente, pro-activa, pero a contramano… Tres temas dan la pauta:

Ha conseguido lo que nadie antes había logrado: un aislamiento perjudicial en los organismos internacionales que se refleja en una falta de apoyo a nuestra causa marítima. La soledad boliviana en OEA y ONU es más que evidente.

Ha hecho grandes esfuerzos para solucionar el caso de las aguas del Silala… a favor de Chile. Todo lo que se logró, durante décadas, para fortalecer una posición boliviana con relación a la propiedad de esas aguas se fue por la borda por falta de idoneidad del negociador boliviano que, posteriormente, fue despedido, después de haber causado daño a los intereses del país.

Finalmente, se ha decidido transitar –sin medir las consecuencias– de una política exterior reintegracionista a una política reivindicacionista y anunciar, con bombos y platillos, el inicio de acciones ante tribunales internacionales. Aun no se sabe ante cuál foro internacional, ni se cuenta con especialistas para el efecto. aSe corre, eso sí, el riesgo de sepultar jurídica y definitivamente la posibilidad de un retorno al Pacífico.

Los impromptus y circunloquios de nuestro Presidente en el tema marítimo revelan falta de meditación, asesoramiento y coordinación en lo fundamental de nuestra política exterior. Se impone un mínimo de sindéresis.

La cereza que corona este agrio postre es lo que pomposamente se llama Dirección Estratégica de Reivindicación Marítima. Es el trono de los todólogos, donde los especialistas brillan por su ausencia. Solo basta mirar el currículo del peruano Allan Wagner o del chileno Alberto Van Clavaren y compararlos con el del Dr. Lanchipa para predecir hacia dónde estamos encaminados. En materia internacional no se puede improvisar, ni actuar con frivolidad. Tampoco se aprende de la noche a la mañana o por osmosis. Una pro-actividad de este tipo nos hace mas daño que una reactividad a la que estábamos acostumbrados.

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