16 agosto 2011

“El origen de la noble Villa de Oropesa”, de José M. Urquidi

Se puede afirmar que existe un antes y un después de José Macedonio Urquidi en la historia del origen y la fundación de Cochabamba. Un antes signado por la leyenda y el mito, por ende la suposición y la incertidumbre. Un después, caracterizado por la precisión y certidumbre histórica, con el respaldo de un corpus documental de fuentes primarias que reposan en el Archivo Histórico que, precisamente lleva el nombre del insigne historiador cochabambino.

Luego de dos décadas de esforzada transcripción paleográfica y estudio historiográfico crítico de más 200 de escrituras públicas, recogidas de los Archivos Notariales de Cochabamba, además de cédulas reales, provisiones y otras piezas documentales encontradas en otros archivos, el Dr. Macedonio Urquidi publicó en 1950, una obra de particular importancia para la historia de Cochabamba, que no obstante, por su alcance sobrepasa la jurisdicción local y se torna imprescindible para comprender la época del poblamiento español temprano, como corolario de un cruento proceso de invasión, conquista y sometimiento de los pueblos que habitaron el valle de Cochabamba, esto es mitimaes y algunos pueblos de origen. La obra mereció una segunda edición, con motivo del IV Centenario de la Fundación de Cochabamba, por la Honorable Municipalidad de Cochabamba, en 1971, a la que adjuntó 120 hallazgos documentales, producto de su acuciosidad y perseverancia. Viene ésta con un prólogo escrito por el Dr. Ramiro Condarco Morales, quien recupera y enaltece la trayectoria del connotado historiador, Dr. José Macedonio Urquidi, exponente digno de las letras bolivianas, pero sobre todo, un modelo sobre el manejo de fuentes y su interpretación en una época en la que no existía ciencia histórica, sino tan sólo atisbos, en una época en la que no era común ni corriente, adjuntar la pruebas documentales a las mal llamadas "historias de Bolivia", que en el mayor de los casos no eran sino ensayos preliminares. La historia se basa en documentos de primera mano, lo que los historiadores llamamos fuentes primarias, sobre todo, generadas dentro de un sistema legal que legitime su alcance.

En “El origen de la noble Villa de Oropesa. La fundación de Cochabamba en 1571 por Gerónimo de Osorio” se cumple a cabalidad el rigor heurístico que es la base para cualquier estudio historiográfico. Aquello que no esté sustentado por fuentes de archivo, no merece alcanzar el nombre de historia, sino de otros géneros literarios. Se ha criticado el carácter de las fuentes, pues al ser éstas emanadas del poder establecido, responden a determinados intereses, pero al mismo tiempo se dotan de legitimidad y fidelidad a toda prueba, custodiado celosamente por el escribano, pero también por el alcalde y el regidor: “Doy fe y verdadero testimonio cómo en el Primer Libro del Cabildo, que está en el Archivo de las tres Llaves, al tiempo y cuando se fundó la dicha Villa por el Capitán Gerónimo Osorio, corregidor que fue de ella, a quien fue cometida dicha fundación, que para ello se le dio por el Excmo. Señor Francisco de Toledo, vissorey que fue destos reynos” (José Macedonio Urquidi: “El origen de la noble villa de Oropesa. La fundación de Cochabamba en 1771 por Gerónimo de Osorio”).

Sin embargo, el método de investigación histórica no acude a una sola calidad de fuentes, sino a muy diversas, con las que se logra un equilibrio que permite la contrastación, la compulsa y el análisis crítico. El historiador no es un juez implacable, como tampoco es parte del conflicto que analiza. El historiador responde a su conciencia, pero también debe prestarse a dotar a la sociedad y a la humanidad de identidad, memoria y proyección, sobre bases sustentables, no sobre supuestos ni buenas intenciones.

No olvidemos que el autor es un producto de su época, en la que se erigía con fuerza una especie de positivismo criollo, que daría tan buenos como fructíferos productos historiográficos, quizá como en ninguna época.

¿Quiénes fueron los habitantes que antecedieron a los españoles en el extendido valle, caracterizado por sus tierras cálidas y cenagosas, generosamente regadas con las aguas de la cordillera de Taquiña? ¿Cuál el valor real y cuál el nominal que se pagó por el valle? ¿O, es que estaban deshabitadas al momento de la fundación de la Villa? ¿Quién fue el fundador de la Villa y cuándo realizó esa proeza?

Esas fueron las interrogantes que se propuso responder el autor, quien consideraba su obra como "el plan de comprobación documental del origen verdadero de esta población, cuyo primer y único real fundador fue el memorable Capitán Gerónimo Osorio".

El denso volumen indaga en el ser social del Valle de Cochabamba desde la época prehispánica. En su misión de reconstruir el pasado, acude al análisis de las fuentes arqueológicas, con el que ofrece un esbozo apenas, pero suficiente para demostrar que una gama de pueblos indígenas poblaron el valle: los Chues y Cotas, antes que ningún otro, los Karis, Canas (mitimaes del Cuzco), Urus (sometidos a la diáspora témprana) les siguieron. Estos se agruparon en los primeros pueblos, como describe Fray Antonio de la Calancha, en su crónica primigenia, identificando Tapacarí, Sipesipe, Passo, Tiquipaya, Pocona, Totora, junto a Esquilán, Taquiña, Calacala y Chiñata, protegidos por los dioses tutelares de la Cordillera, como el Tunari, Chusequiri y Yurack�asa. Notable aporte, sin duda, que viene en el estudio toponímico del autor.

Veinte años demoró en reconstruir la historia del origen de la Villa de Oropesa. Dos décadas de estudio de documentos difíciles de interpretar por el natural obstáculo, a veces, insuperable, de la letra encadenada, muy propia de aquellos primeros años de conquista y coloniaje. El autor nos permite ingresar al Taller del Historiador: “Lo más interesante del Archivo se va transcribiendo, con paciente y prolija labor, descifrando la grafía de difícil lectura de los viejos documentos; con cuyo material interesantísimo, por todos conceptos, se está acumulando los que, según el orden cronológico de ellos y los especiales asuntos sobre que versan, se formarán obras de consistencia histórica, basadas en tales elementos y fuentes de primera mano cuya compulsa lleve a sustentar criterios de certidumbre (...)”.

Documentos para indagar la identidad

Ese método explica que la obra sea densa en sí misma, pues viene plagada de documentos transcritos la mayor de las veces a texto completo, otras en lo estrictamente necesario. Cada documento es seguido del análisis crítico, la compulsa y su fundamentación, para introducir la tan ansiada "certidumbre histórica" en un tema delicado y controversial como es indagar el origen de la identidad misma de una ciudad, en este caso de Cochabamba. Los documentos que exhibe el autor en sus dos tomos (refundidos en un único volumen) recuperan para la memoria colectiva olvidados nombres de los pobladores primigenios despojados de su heredad en aquella transacción comercial. Los caciques de Sipesipe, Achata y Consavana, "Condori y Ouispe Lirio Liro y Andacava, fueron dueños de estas tierras del ignorado ‘pueblo de Canata’, en cuyas partes más altas, labrantías y menos boscosas moraban los Caris, los Cotas, los Chuis y los Urus, estos últimos en la zona contigua, por el oeste y sud del Cerro de San Sebastián". El Archivo le proporciona los datos y con ellos reconstruye una historia, sencillamente fascinante. Francisco de Toledo, virrey del Perú, había entregado al capitán Juan Polo de Ondegardo, la Encomienda del Passo y a Don Francisco de Orellana, la Encomienda de Tiquipaya, provocando un conflicto de intereses en la propiedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario