24 noviembre 2009

En Brasil . Los ciudadanos bolivianos en Pando analizan la campaña electoral y los vaivenes de la coyuntura

Los Tiempos

Seis bolivianos refugiados en Epitaciolandia, sentados en unos sillones, forman un círculo en el corredor de una casa en la que vive uno de ellos. La noche está caliente e iluminada por una pizca de luna. Todos se mueren por hablar y la política es el tema que aparece a cada rato.

Analizan la campaña electoral y los vaivenes de la coyuntura metidos en una piel de bolivianos desarraigados de su tierra, de la que se fueron para evitar ser detenidos por el Gobierno, después del 11 de septiembre de 2008, cuando en Porvenir ocurrió un enfrentamiento de campesinos del oficialismo y afines a la oposición, con saldo de 13 muertos, según datos extraoficiales.

El río Acre separa de Cobija a los 118 bolivianos que recibieron el título de refugiados políticos por parte del Gobierno brasileño. Ellos viven en Epitaciolandia y en Brasilea, las dos ciudades que están al frente de la capital pandina, a la que se llega por dos puentes y un caminito asfaltado.

Seis de esos bolivianos ya sabían que un periodista de EL DEBER iba a visitarlos el miércoles pasado. La tarde de ese día, el abogado que los defiende, Limberg Cardozo, les dio la noticia. Y por eso se reunieron para hablar a nombre de ese centenar de compatriotas, para decir cómo se encuentran, qué necesidades tienen y cómo están viviendo la campaña electoral desde sus asientos de inquilinos en un Brasil que les abrió sus brazos, según ellos, ante los acosos de un Gobierno boliviano que ejecutó una cacería de varios pandinos y que confinó a muchos en La Paz, bajo sospecha de complicidad sobre los hechos del llamado ‘11 S’.

Ahí reunidos, esa noche, dijeron que tienen mucho para contar, pero que si lo hacen su calidad de refugiados puede verse perjudicada, puesto que las autoridades brasileñas les han recomendado que no hagan alboroto político.

En ese grupo hay una persona que tiene licencia para decir lo que siente y hablar a nombre de los que se quedaron sin voz. William Ferreira se llama el hombre moreno que está apoyado a una mesa. Desde ese lugar de privilegio, sostiene que él ya tenía residencia en el país vecino y que por eso no pidió refugio. “Mi pecado es ser primo hermano de Leopoldo Fernández, el prefecto de Pando que fue llevado por el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, a la cárcel de San Pedro, de La Paz”, sostiene.

Tiene voz ronca y acento ‘abrasileñado’. Cuenta que los refugiados buscaron tener una participación en estas elecciones, pero que desde Cobija se lo impidieron. “Se alquiló una camioneta con parlantes, que hace propaganda en Brasil, y se fue a hacer campaña allá (a Cobija), y a su conductor lo han correteado, lo amedrentaron”, cuenta. De esta historia nadie se ha enterado en Bolivia, afirman las otras personas que están con Ferreira y que dicen que se sienten solas e incapaces al no poder emitir su opinión en un momento en el que se juega el futuro del país.

La conversación no se estanca. Una refugiada pide permiso para ponerse a soñar. “¿Y si gana la oposición?”, dice. Y en seguida ella misma se responde: “Eso significaría un retorno a Bolivia. Las urnas nos pueden dar una posibilidad de volver a casa”.

Pero después aterriza. “Me olvidaba que nosotros no podemos votar”. Pero alguien de su lado le pide que no sea pesimista, que si bien los 118 refugiados no estarán en Cobija el día de la elección, habrá 40.000 ciudadanos en todo el departamento que tendrán la libertad de elegir.

“Si gana la oposición significaría un retorno a Bolivia. Las urnas nos pueden dar una posibilidad de volver a casa”.

Esperanza que gane leopoldo

Prevén derrota del MAS

William Ferreira también afirma que aunque el Movimiento Al Socialismo (MAS) gane en los ocho departamentos restantes, al perder en Pando, el Gobierno tendrá que hacer una lectura de que a esa región ya no puede arremeterla con la bota militar ni corretear a ciudadanos sólo por el hecho de ser oposición.

Si gana el partido en el que Leopoldo Fernández está candidateando para la Vicepresidencia, el PPB-CN, ellos creen que los ojos de los organismos internacionales volverán a posarse en esa región de Bolivia (pero esperan que no sea nadie de Unasur), y a los que se podrá solicitar ir a un juicio imparcial.

“No queremos que nadie se parcialice con nosotros, lo que buscamos es que haya un proceso transparente, sin injerencia política. Lo que interesa es saber quiénes son los culpables por las muertes en Porvenir”, dice esta vez un hombre que está sentado, con las piernas cruzadas, en un sillón cercano al jardín de esa casa que tiene aires de un chalet de los años 80.

El que habla es un hombre de mediana edad y tiene una barba de 15 días. “Yo de usted me acuerdo. Usted es un periodista que ya vi antes”, me dice. Trato de imaginármelo sin barba y así me acuerdo que la vez que lo vi fue a comienzos de año, afuera de un coliseo de Epitaciolandia, donde él con otros bolivianos vivían en unas casas de campaña a la espera de que las autoridades brasileñas acepten el pedido de refugio. Ahora que ya lo tienen, cuenta que hay muchos que se dedican a la albañilería, que sus hijos en las mañanas van a estudiar a las escuelas de Cobija y que después del mediodía retornan a Brasil.

En el tema de salud afirma que no tienen de qué quejarse, porque no sólo los asisten con atenciones médicas, sino también a veces con remedios y que incluso hay un compatriota que será operado del corazón.

La calle silenciosa contrasta con la bulla que hay en esa casa, donde media docena de refugiados cuentan sus historias y opinan sobre los vaivenes de las próximas elecciones en las que han depositado algunas esperanzas.

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